En Cabana

Autor: Marcos Emanuel Pelosso

Ganador del Fondo Editorial de Villa Carlos Paz Edición 2018 con su novela EN CABANA.

Nacido en Córdoba Capital en 1988. Escribe cuentos y poesía desde los 15 años como pasatiempo. Recibido de Profesor de Matemática en la Universidad de Córdoba en 2012. Entre sus muchos logros como escritor se pueden listar:
• Ganador 1er lugar en el 1er Certamen Literario de la Editorial De los más grande a los más pequeño en 2019.
• Ganador del 1er Premio en el 1er Certamen Internacional de Tanka 2019 de la Editorial Mis Escritos.
• Finalista en el 1er Certamen Internacional de Haiku 2019 de la Editorial Mis Escritos.
• Uno de sus cuentos fue premiado siendo publicado en Antología del I Certamen Ángeles Palazón de cuento de Navidad – 2014.
• 2º premio en el “1er Certamen de Habla Hispana de CUENTO CORTO- Bialet Massé 2014”.
• Obtuvo la clasificación de gran finalista en el “X Certamen de autobiografía Un fragmento de mi vida” de la Asociación Mexicana de Autobiografía y Biografía en 2015.
• 2º premio en el “1er Certamen de Habla Hispana de CUENTO CORTO- Bialet Massé 2014”; “3º Premio en género cuento, categoría “residentes en Argentina”, del certamen «Juegos Florales 2013” de la Editorial Mis Escritos.
• En 2022 fue galardonado con una mención de honor por el Fondo Editorial de Villa Carlos Paz edición 2022.
• Obtuvo diplomas como finalista en diversas instancias en los Certámenes Poéticos Internacionales RIMA JOTABE y posee un perfil visitable con sus escritos en la página perteneciente al creador del formato poético.

Tiene publicadas las siguientes obras:
• Cien Sonetos para Estela (2015).
• EN CABANA (2018).
• Paloma Negra y otros poemas (2021).

 

Fragmento de la novela EN CABANA
Ganadora del Fondo Editorial 2018

 

[…]

—Jeje, ya lo ve. Acá es necesario tener un autito, sí señor. Hay que tener un sueldito decente para vivir acá, si se quiere tener comodidades. Uno puede hacerse la vida cortando leña y despertándose con el sol, pero fíjese usted que no hay gas natural y el tendido eléctrico tarda unos meses en instalarse. Ni creo que llegue el gas natural algún día. No hay muchos colectivos que pasen por la zona, salvo el interurbano que viene desde Unquillo y ¡fíjese que todavía no pasó ni uno! ¿Vio? Internet es imposible, salvo que se tenga algún conocido en la compañía de teléfono. Todo cosa de los políticos; acá si no sos amigo de alguno de los grandes, ni te tienen en cuenta. Yo estuve diez años pidiendo el teléfono. ¡Diez años! Recién el año pasado me tendieron una línea para mí y mi vecino.

El intendente es un completo inútil, le digo. Un tránfuga1. Ganó las elecciones por regalarle cosas a toda esa gente pobre, la que vive allá abajo. Mire. ¿Vio? Y acá hay mucha gente pobre. Mire esas personas —dijo soltando una mano del volante y señalando hacia las casuchas en el valle colmado de sombras—, metidas en la oscuridad, todos olvidados parecen. Agradezca que usted me encontró disponible, porque los otros taxistas no quieren venir por acá de noche…

«¿Será por lo del arroyo?» se preguntó brevemente Mauricio, pero el taxista siguió.

—… por la oscuridad. ¡No hay alumbrado público por acá! Eso pasa porque al intendente no le importa en lo más mínimo los ciudadanos de Cabana, pobre gente. Y la mayoría son muy buenos y humildes, que vive de laburitos, de la beneficencia de la iglesia, de la pesca del río, la tala, un poquito de agricultura del hogar y todo eso. Hace unos años, el municipio regaló algunos generadores a las familias menos pudientes para que tuviesen electricidad cuando se les cortara la luz2. Porque es común que se corte la luz cuando hay viento o tormenta. Los cables se enredan entre sí, o se cae alguna línea.

¿Vio? ¡Ju, se viene con toda la furia del Señor! ¡Mire! ¡Eso da miedo!¡Mire las nubes nomás de aquel lado! — dijo el taxista asombrado, apuntando con la mano derecha por encima del volante hacia las montañas al oeste.

Mauricio se acomodó en su asiento para poder tener la misma visión que su chofer y pudo divisar las nubes a la distancia como unidas al cielo, confundiendo la razón; parecía como si el firmamento se fusionara con los nubarrones en el azur, y los rayos aparentaban surgir del limbo mismo. Los refucilos se retorcían dentro de los celajes aciagos, como destruyéndolos.

—Y se viene una linda tormentita ¿Vio? Está negriando3 rápido, mi amigo. Mejor le meto un poco de brillo al asunto, no vaya a ser que nos aplaste la noche de sopetón, jeje— sonrió el taxista, encendiendo las luces altas del automóvil para poder ver mejor el camino; sin embargo, no había acelerado su marcha, y a Mauricio eso le inquietaba.

Verdaderamente la oscuridad se había ceñido demasiado rápido sobre ellos. La negrura vociferaba, mediante truenos, una noche sin estrellas. El viento se había detenido en la siniestra calma que antecede a la tempestad.

Mauricio estaba llegando a la casa más tarde de lo que había previsto, y ni sabía en qué condiciones encontraría la misma. Hizo memoria enjundiosa, y cayó en cuenta que hacía quince años que no volvía a Cabana. No creía que todo estuviera allí, tan pulcro e igual a como turbiamente lo recordaba. Esperaba que hubiese, al menos, algún colchón limpio donde recostarse esa noche, y quizá también algunas sábanas empolvadas para sacudirlas antes de dormir sobre ellas. Lo demás, lo necesario, lo traía en los bolsos, y por el resto se las apañaría como pudiese. Recordaba que cerca de la casa había un kiosco.

Allí se supliría de lo que necesitara. Sin embargo, ese pensamiento no lo calmó.

— ¡Qué problema volverme a Unquillo si se larga toda esa agua junta!… Y por lo que se ve, esa tormentita viene con granizo. ¿Vio? ¿Qué le parece a usted?— volvió a reír el taxista.

—Se ve bastante oscuro eso— respondió Mauricio, cansado ya de la voz del tipo y más preocupado por la noche que le esperaba. «Por Dios, cállate de una vez» pensó, y esperó que aquella petición no fuese visible con los gestos de su cara.

— ¿Vio? Ya no falta mucho para usted, gracias a Dios, pero a mí me espera una vuelta bastante jodida —rio otra vez —. Dígame una cosa: ¿Hay alguien que lo espere…?

De pronto, el camino de tierra crujió bajo las ruedas del automóvil y el coche se precipitó hacia el barranco. El taxista gritó, y giró el volante de golpe hacia la izquierda, instintivamente, pero no pudo escapar de la caída. Mauricio solo pudo agarrarse del respaldo del asiento del acompañante, abrazándolo con todas sus fuerzas. Sintió náuseas, un mareo terrible y el vértigo horrendo de la prominente precipitación hacia el vacío, hacia la cerrazón más absoluta.

El coche rebotó contra la pendiente rocosa, las llantas repicaron, una estalló acuosamente y lo demás fue ganando velocidad carrera abajo, mientras que las ruedas que quedaban volaban por el aire de momentos; cuando tocaban el suelo pedregoso, se hundían violentamente contra el fondo del guardabarros. Los crujidos del metal se volvieron chillidos y las ramas de los árboles arremetieron con furia el chasis como latigazos, rompiendo los vidrios y espejos en miles de pedazos. El frente del automóvil se abolló al estrellarse contra un gruesísimo paraíso, y el coche se inclinó hacia la izquierda, quedando en dos ruedas. El vehículo siguió bajando, cediendo y resbalando por el barro del camino. En cierto instante giró, cayendo de lado izquierdo contra el suelo, dejando las ruedas del lado derecho en el aire. Fango, hojarasca, ramas y piedras se metieron por las ventanas rotas, resonando sus choques contra todo lo que había dentro de la cabina como una cascada de arena. El coche siguió su mortal y vertiginosa carrera unos veinte metros en descenso con loca velocidad hasta que se elevó en el aire por una especie de rampa de piedras naturales. El vehículo giró como un trompo unas milésimas de segundo hasta que se estampó contra un quebracho firme en la más densa de las sombras. Siguió bajando. El taxista gritó en medio de la oscuridad y Mauricio no pudo ver nada. Desconocía que esa sería la última vez que escucharía a su chofer. Un cabezazo repentino contra el techo del vehículo lo dejó inconsciente.

[…]

 

Escrito por Marcos Emanuel Pelosso

 

 

1 En Argentina, persona que miente, que roba, que no es de fiar.

2 Refiere al servicio que provee energía eléctrica en la provincia de Córdoba.

3 Lunfardo de oscureciendo.

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